viernes, 6 de noviembre de 2015

Racha - Primer Capítulo (Parte I)

Ante todo, queridos lectores, este es mi primer experimento de novela erótica, así que por favor, no sean muy duros con las críticas de estilo, estoy más acostumbrado a escribir cosas hilarantes, que sensuales. Este género es vilipendiado por algunos lectores, algunos de los cuales conozco personalmente, sin embargo, aún así me gustaría explorar este nuevo horizonte, desconocido totalmente para mí. Otra dificultad adicional es el uso de narración en primera persona, siendo la protagonista de sexo femenino. 


Detesto a las chicas populares de mi escuela. No es que se crean la gran cosa; están seguras de que lo son.  Tan sólo basta verlas caminar para sentir pena por ellas, meneando vanamente sus caderas de un lado a otro a medida que adelantan sus piernas de gacela, levantando por instantes el frente de sus minifaldas, a un paso que se prolonga por mucho más tiempo del necesario para recorrer una distancia tan corta como por ejemplo, los pasillos. Es como si quisieran que el mundo se detuviera a su alrededor, y lo que me da más revulsión, es que de hecho, sí lo hace.

Nuestra sociedad es de zombis. Debes vestir como indican las modas, actuar como los demás porque de no ser así, eres un fenómeno, conseguir satisfacer las expectativas de tu entorno, ver y leer lo que todo el mundo ve y lee. Eso lo entiendo, pero quiero decir, ¿Realmente hay que actuar como una cualquiera para que todos volteen?

Pues yo me niego a seguir un ejemplo tan infame. Seguramente piensas que es porque soy una "feminazi", de esas chicas que tienen un rostro fértil para las espinillas, una panza incipiente y que no miden mucho más arriba de la mitad del marco de la puerta; sí, esas mismas que se atrincheran en las redes sociales y empiezan a denigrar de las desigualdades de la sociedad para con el sexo femenino, en aras más de lo que parece una hegemonía femenina, que de una comunidad de iguales. Nada más lejos de la realidad. Para que tengas una imagen mental de mí, te puedo decir que soy una chica alta, bendecida por mi genética. Mi cabello es rubio como el trigo, y el iris de mis ojos está impregnado del azul intenso de los arándanos maduros. Mi talle es estrecho, y mis pechos son pequeños, pero firmes como los duraznos. No tengo nada que envidiarles a ninguna de esas descerebradas. ¿Por qué entonces los chicos no se detienen con mi caminar por los espacios de esta escuela, o de la calle? ¿Es sólo porque yo sí tengo un cerebro y soy más que una muñeca de pasarela?

Tan pronto como estos pensamientos van solidificándose en mi cabeza, se los pongo de manifiesto a mi mejor amiga, Tracy, que es la única persona en esta escuela que parece comprenderme. Ella trata de encauzar mi indignación con su característica sutileza y locuacidad:

-Racha, ya supéralo.
-¿Cómo te puedes poner de su parte, Tracy? Eres de las mías, de las chicas pensantes...
-Sí, soy tu amiga y te escucho. Pero eso no quiere decir que esté totalmente de acuerdo con lo que dices. Afróntalo: el sexo vende, los hombres son animales visuales: la vista es su sentido más perceptivo. Las ideas no tienen sinuosidades, ni curvas.
-¿Y por el hecho de que el sexo vende voy a mover mi culo como si fuera la mercancía de un mercado de pulgas? Si tan sólo ellas supieran lo tristes que se ven haciendo esas cosas.
-Pues yo de hecho, las veo muy felices. Tú estás aquí friéndote los sesos rumiando la rabia, mientras ellas siguen con sus vidas, conquistando chicos guapos y saliendo a los matinés y al centro comercial.
-Ya verán cuando salgan de este nivel. Sus vidas terminarán y seguro serán frustradas madres solteras en la Universidad que abandonarán al segundo semestre.
-¿Y quién te asegura que así acontecerá? Estás colocando a esas chicas por el suelo. Me da la impresión de que les tienes envidia muy en el fondo de ti.No quiero continuar con esta conversación inútil, porque obviamente te cerraste. Tengo clases en el otro salón, así que mejor me retiro antes de que no me dejen entrar.

Y sin dar mayores explicaciones, Tracy ha vuelto a colocarse sus lentes, y se fue por el lado opuesto al que yo me dirigía. Es la única amiga que tengo en esta escuela, y me conoce bien. Sabe lo obstinada que puedo llegar a ser con mis convicciones, volverá cuando me encuentre más relajada.

Por mi parte, lo más prudente que puedo hacer es ponerme en marcha rumbo a mi propia clase, pero cuando voy a cruzar al fondo, un musculoso brazo me obstaculiza el paso.

-Hola, muñeca. ¿Cuándo saldremos?
-¡Ya te he dicho que no diez mil veces! ¡Deja de molestarme!
-¿Sabes? Serías más linda si tan sólo te relajaras un poco...
-No soy de esas cabeza de chorlito con las que sales, Brandon, no me interesas. Por favor, dejémoslo así y ábreme el pasillo para que yo pueda continuar.
-Como quieras, cariño.

Efectivamente, Brandon me cedió el paso. Pero al darle la espalda, no me da tiempo de más nada que de escuchar el manotazo. Seguramente mis nalgas se encuentran enrojecidas, porque siento como apenas habiendo pasado un minúsculo instante, la circulación de sangre en las carnes de mis glúteos, provocada por el doloroso exceso, empieza a producirme un hormigueo placentero. Oh, ¡Qué vergüenza! me he entregado durante un segundo completo al disfrute de la sensación, despreocupándome completamente de reafirmar mi valor como mujer. En ese pequeño intervalo, permito que el cosquilleo aumente rápidamente su intensidad de baja a alta. Sólo por ahorita, ¡Al diablo Descartes! Acuño con la vigencia de la eternidad de este segundo, el "siento, luego existo". Pero es claro que mi naturaleza retorna una vez que empieza a descender la fuerza de la sensación. Después de disipado el estímulo, es que volví a poner los pies en la tierra y decido volarle la cara a Brandon.

-¡Pervertido! ¡Vas a tener problemas con el director, ya verás!

Brandon se aleja, sobándose la mejilla, pero por debajo de la mano puedo observar una maquiavélica sonrisa de victoria en su rostro. No comprendo el porqué hasta que veo mi reflejo en el espejo convexo de la esquina. Mis pómulos se encuentran sonrosados.

¿Realmente habrá una posibilidad, así sea efímera de que me haya gustado ser depredada, así fuere de manera tan poco significativa, por aquel chico del equipo de fútbol de la escuela? ¡Pamplinas! En vez de pensar zoquetadas, mejor retomo mi camino a la clase.

Sí, ni el mismo Brandon es capaz de imaginarse que el cambio de Racha ha empezado con un gesto tan insignificante como lo es una nalgada. Cuando pueda escribiré la segunda parte del primer capítulo, espero y aspiro que sólo hayan 3 partes.