viernes, 16 de agosto de 2013

Cuando Las Pantaletas Se Sequen - Epílogo

Capítulos Anteriores 
I. Fotogramas
II. Naturaleza Muerta
III. Canto de Sirenas
IV. La Rosa Deshojada
V. ¿Más Allá? ¡No, Aquí y Ahora!
VI. Hermosa, Pero Con Espinas
VII. Sacrilegio
VIII. Pasado, Presente y... ¿Futuro?
IX. Solo Vienes, ¡Solo te vas!
X. Un Martini para el Infierno
XI. Perfección
XIV. Demasiado Inteligente para Vivir
XV. Dei Irae
XVI. Misa Negra
XVII. ¡Eureka!
XVIII. Cuando Las Pantaletas Se Sequen
XIX. ¡Finale!

Era de tarde. Ya por fin había llegado la hora de recoger las pantaletas. Jerly y su madre se encontraban retirándolas del tendedero, mientras desarrollaban una amena conversación de madre-hija. Jerly sujetaba unos cacheteros, mientras decide comentarle a su madre:

-Hace un año, Azócar murió de un impacto de bala por Corpoelec.

-Ah, sí. El pobre no tuvo la misma suerte que yo. Me salvé de broma de ese loco de Ramón…

-Que Dios se haya apiadado de su alma, mamá. Nos hizo mucho daño, sí, pero si somos sinceras, estaba enfermo de la mente y del corazón. Solamente Dios puede juzgarlo. Y lo juzgó, porque su muerte fue horrible. Ivana todavía se reía mientras le veía cambiar de color ahogado al pobre. Bueno, el caso es que mató mucha gente y murió.

-¡Válgame Dios, mija! ¿Y todo eso él solito?

-En realidad, tenía una ayudante. Era una chama que se la tragó la tierra, pero alquilaba teléfonos con el novio en el tecnológico. Aunque creo que Ivana me comentó hace poco que vio a una chama igualita a ella trabajando en La Fontana…

-Ya. La lista de sospechosos era larga como las cuello e tortuga de tu abuela, Jerly.

-Sí, imagínate que el pobre Murga fue culpado porque se enamoró de Libán y dijo que al que se quedara con ella lo mataba, y bueno, el Portu apareció muerto luego. También Scarleth y Jhosno fueron calumniadas, ni hablar de Gaby cuando habló mal de la Polla.

-¡Virgen santísima! ¿Hasta al Portu se llevó el asesino?

-No exactamente. Libán jamás nos contó que tenía un novio muy celoso, y bueno, esto fue la gota que colmó el vaso, y por eso ella decidió denunciarlo.

-¿También era sospechosa esa chama que es bien bonita, como es que se llama, Yacelys?

-No, mamá, Yecelys. Resulta que la chama tuvo la mala suerte de que le vino la regla camino a la Universidad, y por ello tenía las manos llenas de sangre. Pero con toda la pena del mundo, tuvo que confesarlo ante todo el comedor, porque el CICPC llegó a buscarla.

-¡Ja, ja ,ja! Ay, qué bochorno… Al menos, no todo fue lágrimas. Y una que no está llorando en este momento es tu amiga Scarleth, ¿verdad?

-Exacto, mami. Los psicólogos la han ayudado muchísimo a superar el trauma de la ablación, y está viviendo su vida sexual a plenitud. De hecho, ella tenía una cita hoy con Jairo y con Carlos en el hotel Princesa Plaza….

-¡Santo Dios! ¿Engaña a uno con el otro?

-¡Nada que ver! Es una cita de tres…-murmuró Jerly, disfrutando el horror en la cara de su madre.

-¿Bueno, y qué fue de la vida de Elsy?

-¿Mi profesora? ¡Ah, sí! Ivana no solamente la reenganchó al departamento, sino que renunció al rectorado, y postuló a la profe Elsy, claro está que ganó. Ahora la conocemos como Rectora.

-Ay, es verdad, señora. Yo ya no aguantaba más dirigir esa loquera de Universidad-interrumpió una dama que llegaba por la barda de la calle, ataviada con un ajustado vestido de colores amarillo, verde y violeta. El fuerte estampado recordaba la moda groovy de los años 60, a juego con los aretes de lava en anaranjado y amarillo que cargaba la negra.

-¿Qué te trae por aquí, Ivana?-preguntó Jerly.

-Me conseguí otro viejo con real, uno que se llama Gustavo Cisneros. Recientemente enviudó y bueno, vamos a consolarnos entre nosotros. Si quieres venir, la boda será en Maracay en unas horas. Venía a despedirme de mi mejor amiga-Jerly se aproximó y la abrazó, diciéndole:

-Te deseo lo mejor, hermanita. Dios te bendiga (no seas tan ardiente con este, ¿OK?)

-Claro, yo seré feliz, pero ahora quiero que tú no te quedes atrás, y por eso te traje a alguien que conocí en Barquisimeto, ven Gabriel-y sólo entonces reparan en que, al frente había un carro Spark nuevecito estacionado, y de ahí, se baja el modelo Gabriel Coronel, ante la mirada estupefacta de Jerly y su madre, y esta última dice:

-Creo que dejé un arroz montado adentro, voy a apagar el fuego…-y desaparece. Ivana se da cuenta de que se hace tarde para la boda, y con desespero, empieza a correr brincando todas las bardas de las casas hacia su camioneta, y en una de esas una cerca le agarra un hilo suelto y le revienta la falda y se cae de boca, dejando las aún peludas piernas al aire. Como puede, con la bemba partida, sigue corriendo y grita ya de lejos:

-¡El carro también es tuyo, mi amor!

Ya solos, Gabriel se acerca a Jerly, y le dice:

-Eres mucho más linda de lo que dijo Ivana…

-¿En serio? No lo creo, tú eres famoso internacionalmente, y a mí ni en Palo Negro me conocen. Tú eres tan hermoso… ¿Por qué quieres conmigo?

-No sé, creo que es el destino. Pero mi mejor argumento es este-y sin más palabras, los labios del ángel se estamparon en la boca de la no menos bella chica. Y es que el amor no se busca, llega a uno. Sólo hay que tener paciencia, y esperar, como dijo la madre de Jerly, hasta que las pantaletas se sequen.


FIN

Esto termina con la primera novela del blog! En breve empezará una nueva historia, quizás no tan graciosa como esta, pero sí apasionante y que te sumergirá en un mar de pasiones: ¡Menéame ese Tombo, Mi Amol!

Cuando Las Pantaletas Se Sequen - Vestigio XIX: ¡Finale!

Capítulos Anteriores 
I. Fotogramas
II. Naturaleza Muerta
III. Canto de Sirenas
IV. La Rosa Deshojada
V. ¿Más Allá? ¡No, Aquí y Ahora!
VI. Hermosa, Pero Con Espinas
VII. Sacrilegio
VIII. Pasado, Presente y... ¿Futuro?
IX. Solo Vienes, ¡Solo te vas!
X. Un Martini para el Infierno
XI. Perfección
XIV. Demasiado Inteligente para Vivir
XV. Dei Irae
XVI. Misa Negra
XVII. ¡Eureka!
XVIII. Cuando Las Pantaletas Se Sequen


Se descubre la identidad del segundo asesino. Sólo un bando quedará con vida.


Acorraladas. Habían caído en la trampa. La casa de Jerly se tornaba mucho más oscura que de costumbre. Todo había sucedido tan o más rápido que los fotogramas de una película, aunque Jerly hubiera soportado un poco más de no haberse topado con la escena más triste de su vida. Su madre yacía en el suelo, con una herida abierta en el abdomen. La herida no tenía más de hora y media, a juzgar por el hecho de que no había coagulado mucha sangre. Jerly, sin palabras, se desplomó sobre el cuerpo y lloró. En ese instante, Elsy e Ivana, movidas por la compasión (bueno, solamente la profesora era motivada por la piedad, de hecho, la verdad es que Ivana quería revisar a ver si la mamá de Jerly tenía algo de comer en los bolsillos), se aproximaron al suelo, donde también estaba la joven. Entonces, perciben los débiles pero aún no desaparecidos latidos del corazón de la señora. Entonces, Jerly acerca para sí a sus amigas y las envuelve con sus brazos, mientras las chicas parecen consolarla. Al cabo de eso, se aproxima otra persona que de no haber sido porque Ivana se levantó a soplarse los mocos de la nariz con la falda del vestido (claro está, no lloraba por la mujer herida, sino porque sus bolsillos no escondían nada de comer) hubiera pasado casi totalmente desapercibida, y les dice:

-Jerly, no llores tanto, después de todo, no era tu verdadera madre…

-¡Pero me crió, desgraciado!-se levantó Jerly, enjugándose los ojos, y observó que la persona con la que hablaba, tenía la misma indumentaria que Érika, y es cuando decide retroceder por instinto unos pasos, hasta que tropieza con una butaca. El asesino se va a dirigir hacia ella con un revólver, cuando Ivana le hace caer con la aparatosa falda de su vestido y todas empiezan a correr al sonar el disparo al aire, dispersándose por el inmueble. Ivana dejó tirada su escandalosa bombacha, y dejó entrever que no se había afeitado las piernas desde hacía unas 3 semanas. El asesino optó por seguir a Jerly, y la localizó, sin escapatorias, en la buhardilla de su casa.

-¿Quién eres?-preguntó Jerly, temblando de miedo.

El desconocido, a diferencia de Érika, no estaba dispuesto a concederle esa última gracia a Jerly, sino que levantó su arma de fuego y se iba a disponer a accionarla, cuando del techo cayó Elsy y le arrebató el arma, mientras, tal como pasó en la Universidad, eventualmente los lentes tukkis fueron rotos, y Elsy reconoció nuevamente el rostro que la había perseguido en la Universidad, pero ni siquiera fingió sorpresa. El sujeto, a pesar de verse descubierto por las mujeres, rápidamente dominó de nuevo la situación quitándose a Elsy de encima de un golpe con un improvisado garrote cercano que seguramente rompió el brazo de la profesora, y ésta del dolor tuvo que quitarse por acto reflejo.

-¿Por qué, Ramón, por qué?-clamó Jerly.

-¿Chicas, no recuerdan ustedes a un buen sacerdote al que cruel y despiadadamente le arrebataron la vida hace unos 6 años ya?-devolvió Ramón una pregunta para responder a otra.

-De hecho, yo no-contestó Elsy, haciendo reales esfuerzos para recordar algo que era imposible, porque personalmente, ella nunca había vivido tal situación.

-¡No era contigo!-la calló el trastornado chico, girando el revólver hacia ella.

-Sí, ¿A qué viene al caso?-preguntó Jerly, con algo de nervios.

-¡Yo soy el hijo del padre Anselmo! –respondió, agitado, Ramón.

-¿Pero cómo, si era un clérigo?-preguntó Elsy, agregando una más al ambiente que ya estaba atiborrado de signos de interrogación.

-Yo fui hijo de una de las mujeres del sacerdote…

-¿Pero cómo?-iba a interrogar Jerly, y recordó su propio caso, y se imaginó qué clase de mujer era de la que hablaba Ramón, y prefirió callar.

-Mi madre, con 13 años, aún no estaba preparada, y murió. Fui un huérfano criado por mis abuelos, que nunca me dijeron quién había sido mi padre. ¿No han escuchado que la sangre llama? Bueno, ese hombre me atrajo desde que tengo memoria. Me educó y ayudó a mis abuelos a criarme, sin yo percatarme nunca del por qué hasta que tuve un uso de razón adecuado, como a los 14 años, y cuando iba a buscar al que me dio la vida, encontré que ustedes, ¡USTEDES! Lo habían matado. Juré pagarles algún día con la misma moneda, no sin antes hacer sus últimos días de angustias y sufrimientos. A ti, Jerly, te tenía en la mira ya, pero como quería hacer las cosas bien, quise ensayar mi cobro, primero con pájaros, luego con perros, y finalmente, lo intenté con Analy. Entonces conocí el placer de matar. Fue tan extasiante verla morir, y ver cómo la vida salía de su cuerpo, que conocí una sensación que nunca había tenido anteriormente.  Bueno, parece que le agarré gusto a la cuestión, y me distraje un buen tiempo, y la vida me dio excusas buenas para ensayar con la Polla, la señora del Comedor, Luis Felipe, Mario, entre otros. Claro que capté quién era Ivana, la nueva rectora. No sé si Dios o el diablo me la pusieron, pero también me la cobraría, Érika me ayudaría con tal de vengarse de Ivana al entender que era el que le decía gorda, y por ello maté a Eduardo, el hombre que amaba. Por otro lado, creo que me equivoqué, ya no lo amaba, pero creo que eso más bien me ayudó, ¿no es así, profesora Elsy?

-Eres un sucio, me hiciste creer que Ivana era la asesina…-comentó Elsy, arrepentida de haber pensado tantas noches en vengarse de Ivana por haber amenazado a su familia, cuando la pobre ni estaba siquiera al tanto de todo.

-¡A callar! ¡Aún no he terminado!-interrumpió Ramón.

-Sí terminaste, porque no hay más nada que decir. ¿Nunca pensaste en que un inocente niño de 13 años como lo era Iván en ese entonces debió haber tenido una buena razón para matar a un señor? Pues te informo que sí la hubo: ¡Tu padre era un monstruo, y él fue el que me destrozó la vida! Aún cuando me estoy bañando, refriego duramente el jabón contra mi piel para arrancarme los besuqueos y caricias asquerosas de ese viejo baboso, que no respetó ni siquiera mi inocencia, ¡mi inocencia! Para ceder a sus más pervertidos deseos. ¿No te parece eso suficiente motivo, eh?

Por unos momentos, el psicópata se quedó en silencio. Jerly y Elsy se creyeron salvadas por unos instantes, que se desvanecieron apenas Ramón colocó en su rostro una expresión de total indiferencia, como cuando volteas hacia el patio de tu casa y ves que un gorrión dejó una pluma en tu porche.

-No me impresiona-no quedaba en duda alguna para nadie que Ramón no era un ser humano, sino un demonio igual o peor que su padre. Parece que la corrupción del alma sí se puede heredar, después de todo-ahora sí, al fin les quitaré la vida… ¿Unas últimas palabras antes de morir?

-Claro, Ivana, ¡AHORA!-gritó Jerly, viendo fijamente de manera desafiante la mirada perdida ya por la locura de Ramón. El chico de cabellos alborotados volteó como para advertirse del peligro, pero era tarde. El pie de Ivana (por cierto, con las uñas sin cortar por el mismo tiempo que el vello de las piernas, con unos juanetes en el dedo pulgar y unos callitos regados) impactó el rostro de Ramón y le hizo anonadarse por el golpe por unos momentos, que bastaron para que las chicas lo atasen con unas correas disponibles en ese ático y entonces, hubo calma. Elsy miró fijamente a Ivana y le dijo:

-Explícanos todo esto, Iván Madero-Ivana, ya descubierta por su antigua profesora, les contó:

-Bueno, está bien, pero no me vuelvan a llamar así. Como recordará, profesora Elsy, yo era su estudiante. Luego, pasó el accidente en el que murió Azócar, que en paz descanse. Bueno, no fue tan accidente, él me acompañó a rescatar a mi madre, cuando yo era Gatúbela-en este punto, la sorpresa de Elsy no se pudo esconder, pero dejó que continuara la negra-y aparte hubo otra consecuencia: una viga me quitó el bicho, y ahí me volví mujer. Terminé trabajando definitivamente en La Fontana, hasta que reuní un billete y me hice las lolas. Me conoció un viejo con real, y nos casamos. Luego de eso, murió como ya les dije-en este punto, Elsy, ya que no confiaba demasiado en Iván, preguntó:

-Iván, perdón, Ivanita, ¿Tú mataste a Marcel Garnier?

-No, fue mi madre, para que yo me quedara con todo. No fue lo mejor, lo sé, pero una madre sólo quiere lo mejor para sus hijos, aunque a veces tu mamá sea tan bruta que no se dé cuenta de que más bien te está haciendo un daño.

-¿Y por qué nunca denunciaste a tu madre?-fue la pregunta que se le ocurrió a Jerly, pero inmediatamente luego de haberla formulado deseó habérsela guardado para sus adentros, porque se desprendió de todo ello que Ivana, por mucho dolor que sintiera por la muerte de su amado esposo, no podía denunciar a la criminal siendo su madre, y además las miradas de Elsy e Ivana hacia ella lo dijeron todo.

-Yo podré ser de todo, seré vagabunda y sinvergüenza, pero una asesina no soy, ni seré jamás. Bueno, a mí mis papis me decían que yo era toda una matadora en mis días de La Fontana, pero eso ya quedó atrás- En eso, despertó Ramón, consciente ya de su derrota, dado el cuero que lo envolvía entonces. Solo preguntó:

-¿Cómo lograron una actuación tan bien sincronizada como para vencerme?

-¿Recuerdas cuando encontramos a la mamá de Jerly herida? Rápidamente percibimos que seguía con vida, pero fingimos dolor para poder acercarnos y hacer un plan. Jerly mejor que nadie conoce que su casa está llena de puntos fáciles de salida y entrada-explicó Elsy, que entonces se vio interrumpida por la negra:

-Por eso es que siempre se metían a robar en la casa-pero Elsy le tiró un codazo a Ivana, el mismo que le hubiera propinado Jerly de no ser porque al ser nombrada su herida madre, no pudo evitar bajar a socorrerla. Elsy cambió el tema e interrogó a Iván:

-Sólo me pregunto, si tú y Jerly estaban en el mismo salón, ¿Por qué no te reconoció jamás como Iván en 2 Trayectos juntos y como Ivana si logró reconocerte en tan sólo 3 meses?

-¡Pregúntale al escritor de las dos novelas!-inquirió Iván. Elsy continuó:

-Pero si estabas tan feliz en Europa y ya rica, ¿Por qué volviste a Venezuela y peor, a la UPTA?

-Volví, como toda una dama, para vengarme de todos los que se burlaron de mí cuando yo era hombre…

-¿Hombre? ¡Tú no fuiste hombre ni cuando te colgaban 2 cosas entre las piernas!-espetó Ramón, y sólo entonces aprovechó que nadie estaba en guardia, y que ahora solo eran 2 para retirarse las correas, tomar una patineta y correr escaleras abajo, mientras Elsy e Ivana le arrojaban cosas a la cabeza intentando aturdirle para evitar su huída. Elsy había llamado hace 2 horas al CICPC y aún no llegaban (como cosa rara), así que tenían que evitar a toda costa que Ramón huyera, pero era tarde. Ivana sollozó y mentó la madre, pero Elsy le dijo:

-Dios es Justo, Iván, no lo olvides.

-¡Nunca me atraparán con vida!-gritaba Ramón, mientras montaba la patineta y huía por detrás de la casa ante una impotente Jerly, demasiado preocupada con su madre adoptiva, pero ella le gritó, como movida por la piedad que todos los humanos sentimos hasta por el más miserable ser:

-¡Espera, Ramón! ¡Atrás de esta casa sólo queda un barranco!-pero ya el destino estaba echado para Ramón, y la paga que del Cielo proviene contra los inicuos es tan implacable como terrible.


No tuvo mucho tiempo de percatarse, pero en efecto, se dirigía rumbo al acantilado. El horizonte estaba dividido, no ya por la diferencia entre la tierra y el cielo, sino por una cabuya de tender ropa. La mamá de Jerly había vuelto a poner las pantaletas a secar en la mañana. No tuvo el tiempo de detener su apresurada marcha, sino que su cuello quedó enredado por la cuerda, y uno de los clavos que sujetaba la improvisada secadora a la pared no resistió el empuje de la patineta y, a manera de horca, se cerró formando un nudo en la garganta de Ramón, que ya no era de timidez, sino de nylon. En un minuto la gravedad se lo iba a llevar, de no ser por el hilo que lo sujetaba por el cuello, y a la vez que lo salvaba de triturarse contra el vacío, lo condenaba a morir ahogado. Tal como mató a su amigo Luis Felipe. Justicia Divina.

¿Qué con todos los demás sospechosos?
¿Vivirá la mamá de Jerly?
¿Por qué Ivana no se afeita las piernas?

¡Con el Epílogo, esta historia llegará a su final!

Cuando Las Pantaletas Se Sequen - Vestigio XVIII: Cuando las Pantaletas Se Sequen

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I. Fotogramas
II. Naturaleza Muerta
III. Canto de Sirenas
IV. La Rosa Deshojada
V. ¿Más Allá? ¡No, Aquí y Ahora!
VI. Hermosa, Pero Con Espinas
VII. Sacrilegio
VIII. Pasado, Presente y... ¿Futuro?
IX. Solo Vienes, ¡Solo te vas!
X. Un Martini para el Infierno
XI. Perfección
XIV. Demasiado Inteligente para Vivir
XV. Dei Irae
XVI. Misa Negra
XVII. ¡Eureka!

Finalmente, Elsy, Ivana y Jerly conocen el rostro de la Muerte. El peligro es inminente.


Poco a poco, abrían los ojos. Todavía el occipital les dolía un poco por el fuerte golpe recibido. Frente a ellos, estaba dispuesta una mesa extrañamente familiar y completamente vacía. El mantel blanco tenía unas cuantas manchas de sangre. Tratando de levantarse, se percataron de que se encontraban adheridas a su silla por unas fuertes capas de cinta adhesiva.

Finalmente, llegó. El asesino o asesina conservaba la misma apariencia con la que encontró a Elsy en aquel fatídico día en que fue inmiscuida en la pesadilla. La pesada gabardina parecía burlarse del imperante calor en la sala (ya en el perlado vestido de Ivana se podían entrever las arepas, que a su vez delataban que la negra no usaba desodorante), y los lentes tukkis de mal gusto no permitían ver el rostro. Podría ser la mamá de Jerly la que se encontrase tras los tornasolados cristales de las gafas de sol, y aún así su hija no la reconocería. Elsy, cansada de forcejear, y pensando en su esposo y sus hijos, no hizo más que vociferar:

-¿Por qué nosotras?

El más mínimo gesto quedaba como una respuesta elocuente ante el silencio que le retornó la siniestra persona. Elsy intentó, como un bucle de uno de sus programas en Electiva, hacer 2 pruebas más a ver si el inhumano sujeto era tocado por la piedad y se dignaba a dar una aunque fuere mínimamente detallada razón para tener acorraladas a las tres mujeres ante el mueble que bien podría hacer con ellas pegadas a esos lechos de muerte que seguramente serían sus sillas una parodia demasiado enfermiza del cuadro de La Última Cena.

Las paredes estaban tapiadas de marcos de portarretratos, que no se divisaban bien por lo negro de las fotografías, y de paso por la penumbra que envolvía al tétrico comedor. Como si tuviera de invitados a cualesquiera miembros de su familia, el asesino se desplazaba de un lado a otro, trayendo y llevando diversos alimentos. Dispuso sobre la mesa una buena cantidad de ellos, y finalmente encendió el candelabro que reposaba tranquilamente colgante del cercano techo de la casa, y sólo entonces terminaron de reconocer que era lo que tenían al frente.

Les digo que si la cantidad de comida colocada al frente de las chicas fuese colocada en una de esas balanzas que tiene el Mercado Solidario, el artefacto sufriría una sobrecarga sin lugar a dudas. Buenos vinos, frutas frescas y de un aspecto vivaz, como mofándose de los rostros demacrados que ya tenían pintada la muerte en cada surco, en las preocupadas comisuras de los labios y en el rímel corrido por las lágrimas de las torturadas féminas. Por un momento, Ivana volteó hacia una pared y, en un cuadro de los que ya medianamente se divisaba sin luz, pudo observar perfectamente a un moreno horrible de cara, y su mirada se petrificó. Sí, queridos lectores, esa fue la misma fotografía que fue mostrada a Eduardo antes de morir, y fue una de las fotos (seguramente estas fueron una copia de aquella) que Ivana había encontrado al pie del cadáver de Luis Felipe al principio de los recuerdos. Era Iván, la vida pasada de la ahora rectora de la Universidad. Ya era obvio que, quien fuese el o la asesino o asesina, sabía de su transexualidad. Ahora sí adquirió sentido lo de Naturaleza Muerta vista en el capítulo II. Ivana inquirió, con su prepotencia que ni siquiera el terror de la inminente muerte lograba aplacar:

-¿Qué hago yo en esa pared?

Una vez más, ni siquiera gesticuló. Era desesperante el hecho de que es@ maldit@ no les diera nunca respuestas, como si no tuviese que rendirle cuentas a nadie por sus crímenes. Una vez leí en un libro que nada se le niega al que va a morir. Creo que Jerly también lo hojeó, porque se indignó de una manera que no sé describir bien, y con todas sus fuerzas, expelió de sus pulmones unas palabras que hicieron temblar inclusive al candelabro:

-¡Si nos vas a matar, muéstrate de una vez!

Un tipo distinto de silencio recubrió al asesino, que se detuvo en ese momento a inquirir fijamente a Jerly. Como si le tuviera algún tipo de respeto o miedo a la chica, se quedó quiet@ ante la muchacha, sin más acciones. Los lentes tukkis no permitían ver los sentimientos que las miradas revelarían naturalmente, pero eso no sería por mucho. Lentamente, una mano envuelta por un guante de cabritilla sujetó la montura de las gafas, y empezó a dejar al descubierto el rostro. Ninguna de las tres pudo evitar la estupefacción al ver el satisfecho rostro que había encarado a tantas personas que hoy ya no viven. Las tres dijeron al mismo tiempo:

-¿Érika?

-¡Así es! ¡Todo el tiempo he sido yo! Apuesto a que nadie lo sospechaba…

-De hecho, yo sí lo descubrí dado que la pistola fue encontrada donde Porky, y él no concordaba en nada con el perfil del asesino-interrumpió Jerly, mientras con muchas palabras rimbombantes terminó por entretener a la homicida, de la cual desconocemos hasta las motivaciones. Lo que nadie captaba, era que Ivana estaba haciendo uso de sus habilidades adquiridas en prisión. Con una rodilla, golpeó la mesa duramente, haciendo que un cuchillo saltase de la mesa y fuese a caer por un lado de la silla de la negra, que no necesitaba demasiada libertad de movimientos como para interceptar la caída del cubierto. Y haciendo uso de la distracción, serruchó la cinta que envolvía sus muñecas. Mientras, ya impacentada, Érika miró con furia a Jerly, y acercándose a ella, se olvidó rápidamente de Ivana y Elsy y a la cara le gritó:

-¡No importa, igual morirán!


-¡Cuando las Pantaletas se Sequen!-interrumpió un brazo de Ivana, ya libre, blandiendo una botella de vino, y en cuestión de milésimas de segundo, la partió en la cabeza de la asesina. Aprovechó la botella rota, por demás mucho más filosa que el cuchillo de bordes dentados, para cortar la soga del resto de su cuerpo y del de Jerly. Se iba a ir y a dejar a Elsy amarrada, como la egoísta que es, de no ser porque Jerly le jaló por un brazo y le dijo que liberara a la profesora también. Una vez libres, las tres salieron de la casa trepando y vieron que estaban por el vecindario de Jerly. Llegaron a la casa de la chiquita, y vieron que estaba silenciosa. Víctima de la desesperación por el temor de su madre, Jerly obligó a las otras a pasar con ella, y en eso, la puerta se cerró como por sí sola. El escalofriante instinto le dio la respuesta al trío femenino de que no había sido ningún fantasma. No era sólo Érika la criminal segadora de tantas vidas. Había otro asesino.

¿Por qué Érika?
¿Quién será el otro asesino?
¿Como Ivana con tanta plata no se compra un buen desodorante?

¡Capítulo XIX: FINALE!

jueves, 15 de agosto de 2013

Cuando Las Pantaletas Se Sequen - Vestigio XVII: ¡Eureka!

Capítulos Anteriores 
I. Fotogramas
II. Naturaleza Muerta
III. Canto de Sirenas
IV. La Rosa Deshojada
V. ¿Más Allá? ¡No, Aquí y Ahora!
VI. Hermosa, Pero Con Espinas
VII. Sacrilegio
VIII. Pasado, Presente y... ¿Futuro?
IX. Solo Vienes, ¡Solo te vas!
X. Un Martini para el Infierno
XI. Perfección
XIV. Demasiado Inteligente para Vivir
XV. Dei Irae
XVI. Misa Negra

Máximo pierde a una víctima. Macabros hallazgos develan el misterio.

Qué desgracia. El viejo Máximo se encontraba en toda la entrada de la Universidad, más atravesado que perro en patio de bolas criollas. Era ineludible. Elsy vio al señor de aspecto avejentado y cuerpo rechoncho que se le aproximaba con un pesado libro en la mano, al tiempo que exclamó:

-¡El Señor la bendiga, Varona!

-¿Cómo que varona, señor Máximo? ¡Más respeto, se le agradece! Con permiso-y casi corriendo, se aleja del buen pero fastidioso hombre, que no sabe si sentirse desairado por la docente, o confundido por la frenética marcha de los acontecimientos.

Por otra parte, Jerly estaba conversando con Loren y Gabriela en uno de los asientos de la entrada principal del nuevo sencillo de Lady GaGa, Applause, y en eso, se detiene una camioneta Santa Fe en toda la entrada, dejando ver a una Ivana ataviada con un corsé blanco de bordados dorados, sobre un imposible de ignorar vestido color beige con falda de armazón, al mejor estilo de la Edad Media. Entonces, las neuronas de Jerly hicieron sinapsis.

-Ese gusto tan malo para vestirse… Chicas, permiso, necesito hablar de algo con la rectora…

-¿Qué tienes que hablar tú con esa mujer?

-Tengo que aclarar algo con esa persona, digo, tengo que ver mis notas-aclaró la chiquitita a Gaby, mientras apuraba el paso para alcanzar a la princesa de ébano. Largos pasos siguieron a Ivana, que como la basura que seguía siendo, ignoraba épicamente a Jerly, que la seguía. Ninguna de las dos decía nada, a pesar de todo lo que había que decir. En ese juego, Ivana fue a Control de Estudios, al comedor, y a Audiovisual, haciendo (o simulando) el trabajo de cabecilla de Universidad que tenía. Decidió subir a rectorado para asumir funciones de oficina. Hasta en el acompasado subir de las escaleras, Jerly le hacía compañía a la morena, que algo nerviosa, se tropezó con la falda y se dobló el armatoste del vestido. Sin prestarle atención al hecho de que Jerly estuviera, lanzó una mentada de madre, lo cual terminó de correr la cortina de su secreto. Continuó como si nada, pero ahora con un nudo en el estómago, pero no el nudo que tenemos cuando sirven panza en el comedor, otro tipo de nudo. Al fin, Rectorado. Ivana iba a abrir la puerta, pero a ciencia cierta, la mano le temblaba. No lograba meter la llave en la cerradura. Jerlu se apoyó en la pared y se quedó observando la monótona estampa, que se extendió 5 minutos. Jerly finalmente rompió el silencio:

-Deja de ignorarme, Iván Madero. ¿Ya olvidaste los tiempos del Orfanato?

No pudo más con el teatro. Soltó la llave y, con una lágrima corriendo por su ojo, abrazó a su hermana. Los años pasan, pero los lazos de dolor quedan para siempre. Jerly también llora de la emoción.

Acompañemos un momento a Nayzaret y Génesis, que junto a Víctor, Jairo y Vanessa, estaban pasando un receso entre la grama, pensando en cuál locura iban a gastar su tiempo de ese día. Víctor se encontraba jugando con una aplicación. Jairo le acicalaba los cabellos a Vanessa, que se encontraba pintándose las uñas. Génesis le estaba escribiendo un SMS a su última conquista, mientras Nay observaba las etéreas formas dibujadas en el aire por el humo de su cigarrillo. El sol enceguecería a todos los chicos, de no ser por la mata de mangos que les proveía de sombra. En eso, irrumpen Carlos y Orioned, siendo el moreno el que tomó la palabra:

-Muchachos, ya llegó Characo.

- tenemos que ir-acotó Carlos, sin esperar mayor respuesta, dio la vuelta y se fue a caminar por el lado de las escaleras, para devolverse a las aulas. Como pudo, Vanessa intentó engancharse la pintura de uñas al borde del bolso, porque estaba apresurada. Como era de esperarse, mientras iba caminando, Jairo no dejó de arreglar su pelo y le hizo tambalearse, con lo que el frasquito se salió de la cartera y fue a parar al borde de la calzada. Después del manotazo que le metió a Jairo, se agachó a recoger la pintura, y también recogió una bolsa de tela roja. Curiosa, revisó.

-Balas de juguete-sentenció la sexy chica-vamos a llevarle esto a la rectora Ivana.

No muy lejos, unas horas más tarde, Gaby fue a buscar al puesto de Porky a sus amigos. No los encontró, pero como la lala era grande, se sentó en el pupitre. Curiosa y ociosa, revisó, y encontró una pistola que la hizo gritar. Ivana, ya con la cabeza pesada por el hallazgo de Vanessa (porque para entonces ya estaba al tanto), paseaba acompañada de Jerly tratando de despejar la mente, así como contándole lo que pasó en la cárcel y sus vivencias en La Fontana, recuperando el tiempo perdido con su hermana, y ahora esto. Se acercó, Gabriela le participó de lo que se había topado, y después de observarla mejor, Ivana concluyó:

-Es falsa.-Con todo ello, Ivana empezó a sacar cuentas, y su brutalidad por un momento se transformó en inteligencia. Por un chispazo de su mente, visitó a Ángela en la Comisaría, y volvió a preguntarle los hechos. Ángela no hizo más que exponer las mismas incoherencias que la dejaron ahí. Como si Ivana ahora tuviera más certeza aún de que se imaginaba la verdad, mandó a hacerle un examen de sangre a Ángela. Como se imaginó, en su torrente sanguíneo aún quedaban rastros de escopolamina. Inmediatamente, Ivana pagó la fianza, y pidió perdón a la cantante por todos los inconvenientes. Inmediatamente, buscaron a Elsy, ya toda la Universidad sabía lo que le pasó después de que  el asesino dejó una amenaza pública a la familia de la docente si decía la verdad. Las tres, reunidas en la mansión de Ivana, discutieron y murmuraron por dos horas, hasta que Jerly se atrevió a exclamar:

-Bien, en el puesto de Porky fue encontrada la pistola falsa, y un poco más cerca, una bolsa de balas, falsas también ¿No? Esto nos pone a pensar, Ángela fue dopada, y un escenario fue montado para inculparla a ella, deshaciéndose de Ramón de paso. Por último, las evidencias fueron encontradas cerca de donde Porky. Eso solo significa que…


-¡Eso!-exclamaron las tres a la vez. Sin embargo, por el instinto del que nos encontramos investidos todos los seres humanos de voltear cuando nos encontramos en peligro, Ivana, Jerly y Elsy giraron sus cabezas. Qué lástima que el rápido culatazo les hizo perder la conciencia.

¿Quién dio el culatazo?
¿Quién ha matado a media UPTA en esta historia?
¿Será que hay alguien que escuche al viejo Máximo con paciencia?

¡Sin más trampas!

¡Sin más juegos de palabras!

¡Mañana: SE REVELA LA IDENTIDAD DEL ASESIN@!

Cuando Las Pantaletas Se Sequen - Vestigio XVI: Misa Negra

Capítulos Anteriores 
I. Fotogramas
II. Naturaleza Muerta
III. Canto de Sirenas
IV. La Rosa Deshojada
V. ¿Más Allá? ¡No, Aquí y Ahora!
VI. Hermosa, Pero Con Espinas
VII. Sacrilegio
VIII. Pasado, Presente y... ¿Futuro?
IX. Solo Vienes, ¡Solo te vas!
X. Un Martini para el Infierno
XI. Perfección
XIV. Demasiado Inteligente para Vivir
XV. Dei Irae

Elsy e Ivana se cruzan. La zozobra es despertada en Elsy.

El hecho de haber reprobado la evaluación docente por inasistencia, y seguramente haber perdido su trabajo era la menor preocupación de Elsy. Ya anochecía, y estaba en medio de una vía no pavimentada, sin dinero, sin conocidos y con un hambre que no jugaba carritos. En eso, se aparece en su camino un viejo con barba, bigote y algo de pelos saliéndole de la nariz y las orejas. Tenía un ojo chueco, y su atuendo era una franela vieja que decía “Rumbo a los 10 millones” y lo que quedaba de un jean. “Ya me fregué” pensó Elsy, pero no resultó ser un sádico, gracias a Dios. El tipo la invitó a comer a su choza. Había en una lata de solintex al fuego, una pasta marrón. El indigente le ofrece:

-¿Quieres?

-No, gracias…

-¡Come!

-Bueno,bueno…-con algo de asco, Elsy probó el potaje. Sin embargo, no sabía tan mal.

-Sabe bien, ¿Qué es?

-Guano asado-Elsy escupió la comida en la cara del viejo, que la miró feo, y así se dio cuenta de que, por su monada, una vez más se quedó sin sitio donde dormir. Ese fue el inicio de su martirio.

¡Cuánto no daría la otrora mejor profesora de la UPTA porque el Chino estuviera por ahí, para que por un golpe de suerte, pudiera aspirar a que pasase por esa vía y la encontrase! Pero, ya resignada a su destino, acomodó un montecito que recortó y unas hojas de jojoto que le otorgaron allende un  puesto de cachapas aledaño a la carretera (trató primero de clamar para que le dieran una cachapa con queso de mano, pero como le concedieron nada más una con mantequilla, los miró con rabia y al tiempo que le donaban las envolturas de las mazorcas y se iba, le tiró una patada a una de las cañas con las que se sostenía el rústico techo de palma de la selvática instalación, sin pensar en que unos minutos más tarde se vendría abajo el negocio y tendría que lanzarse por la montaña para que no la encontraran y la lincharan por su travesura que dejó sin trabajo a 3 chicas y 2 chicos, además de haberle dejado un chichón de recuerdo a los 14 comensales que se encontraban degustando una deliciosa cachapa bajo la sombra en pleno mediodía), y se dispuso a dormitar en medio de la carretera.

Sin embargo, las coincidencias existen. O mejor dicho, los milagros, porque era un hecho extraordinario que invariablemente debía provenir de la mano de Dios mismo el que la camioneta Santa Fe de Ivana hubiese optado por desviarse del camino pavimentado y burlar las leyes (como cosa rara) para llegar más rápido a La Victoria, metiéndose por el monte, y cuando iba a pasar por la orilla, encuentran el cuerpo de cierta profesora en los brazos de Morfeo, y de un cornetazo la despierta. Elsy está a punto de sacarle la madre al inconsciente conductor, cuando ve a cierta negra despampanante al volante. Los ojos se le iluminaron como dos candiles cuando vio a esa su tabla de salvación.

-¡Ivanita!

-¡Quítate del medio!

Ivana iba a pisar con más fuerza el acelerador, de no ser porque se dio cuenta con la luz de que era la profesora Elsy. Es entonces que le ofrece montarse en la camioneta, por demás lujosa, cabe destacar. El silencio característico de los primeros minutos se hizo presente, sin embargo, cuando Elsy se repuso del susto totalmente, le preguntó a Ivana:

-¿Qué hacías tú por esta vía a esta hora?

-¡Hágame el favor y métase en sus propios asuntos!

Elsy decidió callar. Obviamente Ivana se encontraba nerviosa. Desplacémonos en el tiempo y el espacio a unas horas anteriores a este suceso. Imaginémonos el lúgubre escenario de la mansión Bolívar sumergida en la oscuridad de la noche. Ahora imaginémonos a un afectado Luis Felipe siendo atado a una viga del techo, suplicando por su vida:

-Por favor, perdóname…

Mientras, el obrero (u obrera) de la Parca continuaba trabajando, y asía con fuerza la correa al cuello del Chino. No tardó mucho en patear la silla, y dejar que el cinturón hiciera el resto. Quizás lo más escalofriante de la escena, era ver cómo se detuvo el artista responsable de esta macabra obra de arte, a contemplar la lucha de Luis Felipe, que como podía se aferraba al mundo de los vivos. Es irónico que un instrumento que sirve para sujetar, en vez de sostenerlo en la vida, fuera el responsable de su partida. Finalmente, exclamó un grito y su alma empezó a esforzarse por abandonar su cuerpo. El eco retumbó en la sala:

-¡Muéstrame tu cara!

Como si hubiera sido movido a la compasión, el espectro se quitó los lentes tukkis, y mostró su rostro, después de lo cual el fornido muchacho expiró. Eduardo, también adormecido de cuerpo más no de conciencia con la fuerte droga que les inyectó observó con horror el rostro del responsable de todas las muertes de la Universidad. Luego, ante sus ojos apareció una plancha hirviendo, con unos clavos en la chimenea. La voz distorsionada pronunció: “DE RODILLAS!” y Eduardo obedeció. Preguntó entonces:

-¿Por qué haces esto?

Todo lo que el cruel hombre o mujer respondió, fue con sacar una foto de un muchacho de piel oscura y rasgos toscos. Al verla, Eduardo gritó y se desmayó sobre la plancha, que terminó por quemarlo vivo. Un grito vino del fondo. Era Leonel. No se sabe cómo, los siguió. También lo lamentó. A la noche siguiente, Ivana solo encontró a Luis, o lo que quedó de él. la misa de la Muerte fue portada de todos los periódicos de circulación nacional.
Elsy no pudo evitar desde entonces una desconfianza furtiva a Ivana.


¿De quién sería la foto que le mostró el asesin@ a Eduardo?
¿Realmente la asesina habrá estado bajo nuestros ojos todo este tiempo?
¿Habrá vuelto a montar su puestico de cachapas esa gente?

¡Todo se resuelve en el capítulo que viene: Ya está terminando esta historia!

Cuando Las Pantaletas Se Sequen - Vestigio XV: Dei Irae

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I. Fotogramas
II. Naturaleza Muerta
III. Canto de Sirenas
IV. La Rosa Deshojada
V. ¿Más Allá? ¡No, Aquí y Ahora!
VI. Hermosa, Pero Con Espinas
VII. Sacrilegio
VIII. Pasado, Presente y... ¿Futuro?
IX. Solo Vienes, ¡Solo te vas!
X. Un Martini para el Infierno
XI. Perfección
XIV. Demasiado Inteligente para Vivir

Un destino se trunca por la mano de la desgracia. Y el odio no dará lugar al perdón.


 Permítame el lector retornar a una escena algo oscura descrita hace algún tiempo, que en el flujo de acontecimientos de la literatura cambia de manera vertiginosa a un solo segundo, en la cual dos inocentes criaturas quedaban a merced de un lobo vestido de oveja. El padre Anselmo le había hecho un grandísimo daño a la niña, a la cual una vida no le bastaría para lavar la inmundicia de su corazón. Lo peor, era que su amigo lo había visto todo. Cuánta vergüenza. Cuánto asco sentía la infanta de sí misma. ¿Que estaría pensando el chico de ella?

Eso no importaba. Lo decían los vacíos ojos del niñito, como el cielo se vacía de estrellas ante el alba, que cual fuego que se propaga por el lino, llenaba de azul el violáceo firmamento que ahoga a esos únicos testigos de la noche que son los astros. Presenciar un espectáculo así era, para una mente tan vulnerable como la del niño (que de paso no era muy inteligente), como un terremoto de 9.1. Devastado quedó, y sin poder moverse, observaba impávido la escena.

El cruel sacerdote tuvo el mismo fuego en los ojos que seguramente tuvo Judas Iscariote cuando aceptó su pan, y en ese preciso instante, entró el demonio. Fijamente veía al varoncito, que no podía huir por su estado de shock.

La niñita, por otro lado, entendía que algo debía ser hecho. Lo que le habían inflingido a ella, no podía más nunca repetirse para nadie que ella llegase a conocer en su vida, y ella compartía un nexo de hermandad con ese joven que, si bien no estaba vinculado a ella por ninguna virtud, ni por inteligencia o belleza alguna, tenían en común un lazo más fuerte que el de la sangre: el lazo del dolor.

Atados estaban, el uno al otro, ella a él, y él a ella, para siempre. Lo que Dios une nadie lo separa, es verdad, pero también lo que el dolor une, ni siquiera todo el infierno junto es capaz de dividirlo. Desde el nacimiento experimentaron juntos la primera pena: la ausencia de sus padres. ¿Qué dolor más grande puede haber que no contar con tus progenitores cuando naces? Ninguno. ¡Ah, sí! El que aquel clérigo de Belcebú le había originado a la pobre jovencita. Luego, la enfermera, intento de la providencia de sustituir a sus padres, les falló también. ¿Puede haber una calamidad más grande que perder a tu familia por segunda vez? No lo creo. ¡Pero ella sí lo cree: su vida a partir de hoy será la más grande de las calamidades!. Innumerables privaciones han compartido su compañero de vida y ella. En las buenas y en las malas se han dicho, inclusive desde la más tierna edad que desconoce el habla: “lo mío es tuyo y lo tuyo es mío”. Lazos de amor, ese debe ser el amor, que nunca conocieron de padres ni de otros amigos, porque nunca tuvieron el suficiente tiempo con los demás, que por azares del destino parecían ser escogidos por los adoptantes con mucha mayor celeridad que ellos dos. Amor y dolor. ¿Son estos los únicos hilos que pueden unir dos almas? No lo creo.

El tercer lazo había sido conocido por esta niña. Estaba permanentemente amarrada a la vida de ese sacerdote. Ese sujeto que le ha originado la mayor de todas las injurias que puede recibir una mujer en esta tierra. ¿Pero por qué? Su camarada estaba unido a ella por el amor, y por el dolor. Sin embargo, cada mañana al verlo, no observaba al chamito feo y más tapao que un grano de Beyoncé que todo el mundo encontraba en él. Ese chico era su madre, su padre, su amigo, su todo. Ese muchachito, era lo más precioso que tenía la chica en el mundo. Pero al pensar en el padre Anselmo, un lúgubre sentimiento llenaba a nuestra protagonista. El tercer lazo, señoras y señores, es el odio.

Odio, amor y dolor. Una mezcla de la cual nada bueno podría salir. En cuestión de segundos, todo pasó. Sencillamente, no podía permitir que el muchachito fuese lleno de la misma porquería que ahora rebosaba el alma de ella.

El cadáver yacía tendido en el suelo. Un charco de sangre fluía desde su roto cráneo y teñía de un carmesí siniestro el tapiz de la Virgen que como una piel cubría el suelo de la oficina del orfanato. Ese contradictorio y bizarro panorama era contemplado con horror por los ojos de la madre Ofelia, quien era la única que tenía derecho a la palabra, a pesar de estar un comisionado en la escena del crimen. 

-¿Qué tienen que decir?

-¿Quién fue?

Nadie contestaba la pregunta. Los dos miraban hacia el suelo, cabizbajos. A la verdad, no sé si por la ignorancia del hecho de que la legítima defensa justifica un homicidio, a la chica le daba miedo contestar esa pregunta. Pero la sangre del padre Anselmo clamaba por justicia a los cielos. Entonces, él habló, con tono sepulcral:

-Yo lo he matado, madre Ofelia.

-¿Por qué has hecho esta barbaridad? ¡Enfrentarás la ira de Dios por esto, tal como Caín!-acosó la monja. El niño dudó unos instantes en responder, aterrado por la maldición, y alcanzó a decir:


-Estaba haciendo lo que no debía-Posterior a ello, se hizo un examen ginecológico a la niña, y lo que al ingenuo muchacho se le ocurrió decir adquirió un muy mal significado con los resultados. Eso se le sumó a la culpa del homicidio del padre Anselmo. A ustedes les parecerá que fue muy grande la impericia de la policía que investigó el caso, pero la verdad triste es que la Iglesia Católica Apostólica Romana es una institución muy poderosa, y el CICPC una institución muy corrupta. Además, lo que el joven confesó, sumado a las desgraciadas circunstancias que se presentaron esa noche (no mencionamos además el hecho de que cualquier acusación al difunto desataría un escándalo contra el Vaticano, que sería el primero a gran escala en Venezuela) lo hacían parecer (o al menos hacían que conveniese que pareciera) altamente culpable y no hizo demasiada falta maquillar la cuestión. Así, nuestro amigo pasó 5 años de su vida en un retén de menores, para luego ser trasladado a la tristemente célebre El Rodeo I. Y ya nos imaginamos como recibieron al probable culpable de la violación de una chica. Todos sabemos la fuga masiva que se produjo en esa cárcel, y ello fue la oportunidad de empezar de nuevo para nuestro amigo. Por circunstancias de la vida, escapó en un camión que le dejó botado en La Victoria, por la Calle Páez, justo al frente de la Clínica La Fontana. De aquí solo diremos que le agarró el gusto a las “bienvenidas carcelarias”, que además le resultaron muy lucrativas.

¿Quiénes son estos niños?
¿Qué pintan estos personajes en nuestra historia?
¿Cuánto le habrán pagado al chico en La Fontana?

No te pierdas el paradero de Elsy en el vestigio que viene!