viernes, 5 de julio de 2013

Cuando Las Pantaletas Se Sequen - Vestigio III: Canto de Sirenas

Capítulos Anteriores:
I. Fotogramas 
II. Naturaleza Muerta

La profesora Libán hace una evaluación arrasadora de Estadística Inferencial. Anderson descubre sus sentimientos por ella en la misma clase.

De nuevo lunes. La clase de Matemática Aplicada es más pesada que un matrimonio obligao, y mucho más hoy día de evaluación. Las dos secciones se encontraban reunidas en el mismo salón de clases, tal cual como si la profesora, cual soldado fascista de la II Guerra Mundial, hubiera decidido hacer del aula un campo de concentración, solamente para ensalzar el holocausto de raspazones que se iba a suscitar en esa tarde. La estadística inferencial no era la mejor amiga de los estudiantes de la UPT Aragua, sobre todo de un estupefacto Daniel Castillo, que se quedaba viendo la copia del examen como si fuera la nueva lista de precios del PDVal.

-¡Muchachas, mejor vamos congelando el trayecto y buscando puestico en El Rayao!-vociferó Analy, ya frustrada de tanto intentar definir con sus propias palabras la estadística bayesiana.

-En esa prueba no hay nada que yo no haya mandado a investigarles en el trabajo del 24 de abril, si no pasan esta prueba, es porque no investigaron. Pero todo lo que vean ahí, yo se los mandé a investigar-repuso la profesora, que se había vestido muy hermosa ese día (quizás y se vistió de gala para tan especial ocasión como lo era reprobar a la gran mayoría de sus alumnos).

-¡Chica, no seas pesimista! Es como dice la profe, a lo mejor si aguantamos un ratico más y leemos mejor, encontramos una solución para el problema-se entromete José, mientras borra con mucho cuidado sobre la ya desgastada hoja de su examen.

-Chamo, lo mismo dijiste en Matemática II y aún sufrimos las consecuencias en el PER, además, ya vengo de allá y todas las esquinas tienen dueña, y si quieres ganarte un espacio, te tienes que agarrar por las greñas con las travestis de La Encrucijada-dijo Gabriela. Unas chicas de la sección 1 se rieron unos segundos, pero las carcajadas abrieron paso a la desesperación nuevamente. Sobrevivieron al TSU, pero ¿Saldrían completos de la ingeniería? Esa es una de las preguntas que azotaba los pensamientos de Leonel, quien estaba al borde de entregar una hoja totalmente en blanco.

Anderson se encontraba viendo fijamente a la profesora Haleguey. ¿Qué es el amor? Unos dicen que es la fuerza que mueve el universo, Arjona afirma que es un ingrato que te eleva por un rato y te tumba de golpe, él en cambio, veía el amor como la emoción esa que te da cuando ves a una vieja con real o a una mujer con sujetador 40B. 

Pero, ¿Y si su concepto estuviera equivocado? ¿Puede el amor ser más que solamente interés o pasión? Una mirada te puede cambiar. Nadie realmente cree eso, hasta que lo vive. Un par de esmeraldas, como un canto de sirenas, han encandilado el corazón de Anderson, y lo han sacado de su constante apatía. Con el diáfano brillo que se contagió de las pupilas de Libán a las de Anderson, comparable al reflejo del bombillo del baño sobre la superficie del agua de la poceta, algo cambió. Hasta entonces, el portugués era una completa basura, y después de eso, seguía siendo una completa porquería de ser humano. 

Pero ahora era una porquería de ser humano que amaba. Definitivamente era lo más alejado de la virtud, un pobre ser totalmente apartado de la decencia moral. Pero había comprendido la verdad más grande sobre este mundo, y eso, lo hacía una basura encendida en amor, como cuando queman los rellenos sanitarios por El Castaño y Bello Monte, pero sin la humareda ni la hediondez. 

Fuego ardía en el corazón del ruso ante la imponente belleza de su Dulcinea. El calor del cuerpo de Anderson ardía con la misma intensidad que una invasión de la carretera al mediodía. Este viaje sublime es terminado rápidamente cuando Anderson es forzado a volver a la tierra ante la docente, que impávida le pregunta:

-¿Alguna duda, Durán?

-Emmm, no, profe. ¿Por qué?

-Llevas tiempo viéndome fijamente, como si quisieras preguntarme algo…

-¡Ah, ya! Este… ¿Usted nos va a dar el PER?

-¡Qué esperanzas le das a tus compañeros, Durán!

Anderson, sin más palabras, decide entregarle el examen a la profesora, que rápidamente lo tachó con su correspondiente cero. Anderson no entregó en blanco por no poder concentrarse ante su amada, sino porque de plano no estudió por quedarse jugando en el face la noche anterior a la aplicación de la evaluación. Es entonces que se aproxima una desesperada Roxana al escritorio de la docente para pedir compasión por su alma:

-Profesora, le ruego que me regale aunque sea dos puntos para tener pasada la prueba, que si no paso esta prueba me van a agarrar con la chancleta en la casa…

-¿Quién la manda a no estudiar?

Y con la misma calidez del Monte Everest, la rubia despacha a Roxana hacia una paliza segura en su hogar, no sin antes rogar a Dios porque los trancazos no dolieran tanto o por lo menos no dejasen marcas ni enrojecimientos. Gefry sólo puede sentir compasión. Está demasiado preocupada por su propio destino. Ramón, sentado al lado de Eduardo, se encuentra luchando contra una estimación de parámetros, tan concentrado que sudaba. Eduardo, de golpe, le toca el hombro y le pregunta:

-Chamo, ¿tienes la del problema 2?

-¡No, no la tengo, pedazo de…!

Todos se quedan callados, y voltean hacia Ramón. Todo lo que puede hacer el pobre es respirar profundamente, y entregar su evaluación a la profesora, corriendo con la misma suerte que Roxana y Anderson. Después de la clase, Yourmery va a hablar con su amigo, Murga, que le dice:

-¡Libán lo que está es buena, vale!

-Luis, vale, es la profesora…-contesta la chica.


-No sé, a mí me gusta esa profesora, y a quien se meta con ella, ¡Lo mato!-sentencia Murga, con una expresión francamente intimidante en su rostro.

¿Será Murga el asesino de Luis?
¿Confesará Anderson sus verdaderos sentimientos?
¿Habrá esperanza para nosotros en el PER?

¡Sigue el capítulo IV: La Rosa Deshojada!

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