viernes, 16 de agosto de 2013

Cuando Las Pantaletas Se Sequen - Vestigio XIX: ¡Finale!

Capítulos Anteriores 
I. Fotogramas
II. Naturaleza Muerta
III. Canto de Sirenas
IV. La Rosa Deshojada
V. ¿Más Allá? ¡No, Aquí y Ahora!
VI. Hermosa, Pero Con Espinas
VII. Sacrilegio
VIII. Pasado, Presente y... ¿Futuro?
IX. Solo Vienes, ¡Solo te vas!
X. Un Martini para el Infierno
XI. Perfección
XIV. Demasiado Inteligente para Vivir
XV. Dei Irae
XVI. Misa Negra
XVII. ¡Eureka!
XVIII. Cuando Las Pantaletas Se Sequen


Se descubre la identidad del segundo asesino. Sólo un bando quedará con vida.


Acorraladas. Habían caído en la trampa. La casa de Jerly se tornaba mucho más oscura que de costumbre. Todo había sucedido tan o más rápido que los fotogramas de una película, aunque Jerly hubiera soportado un poco más de no haberse topado con la escena más triste de su vida. Su madre yacía en el suelo, con una herida abierta en el abdomen. La herida no tenía más de hora y media, a juzgar por el hecho de que no había coagulado mucha sangre. Jerly, sin palabras, se desplomó sobre el cuerpo y lloró. En ese instante, Elsy e Ivana, movidas por la compasión (bueno, solamente la profesora era motivada por la piedad, de hecho, la verdad es que Ivana quería revisar a ver si la mamá de Jerly tenía algo de comer en los bolsillos), se aproximaron al suelo, donde también estaba la joven. Entonces, perciben los débiles pero aún no desaparecidos latidos del corazón de la señora. Entonces, Jerly acerca para sí a sus amigas y las envuelve con sus brazos, mientras las chicas parecen consolarla. Al cabo de eso, se aproxima otra persona que de no haber sido porque Ivana se levantó a soplarse los mocos de la nariz con la falda del vestido (claro está, no lloraba por la mujer herida, sino porque sus bolsillos no escondían nada de comer) hubiera pasado casi totalmente desapercibida, y les dice:

-Jerly, no llores tanto, después de todo, no era tu verdadera madre…

-¡Pero me crió, desgraciado!-se levantó Jerly, enjugándose los ojos, y observó que la persona con la que hablaba, tenía la misma indumentaria que Érika, y es cuando decide retroceder por instinto unos pasos, hasta que tropieza con una butaca. El asesino se va a dirigir hacia ella con un revólver, cuando Ivana le hace caer con la aparatosa falda de su vestido y todas empiezan a correr al sonar el disparo al aire, dispersándose por el inmueble. Ivana dejó tirada su escandalosa bombacha, y dejó entrever que no se había afeitado las piernas desde hacía unas 3 semanas. El asesino optó por seguir a Jerly, y la localizó, sin escapatorias, en la buhardilla de su casa.

-¿Quién eres?-preguntó Jerly, temblando de miedo.

El desconocido, a diferencia de Érika, no estaba dispuesto a concederle esa última gracia a Jerly, sino que levantó su arma de fuego y se iba a disponer a accionarla, cuando del techo cayó Elsy y le arrebató el arma, mientras, tal como pasó en la Universidad, eventualmente los lentes tukkis fueron rotos, y Elsy reconoció nuevamente el rostro que la había perseguido en la Universidad, pero ni siquiera fingió sorpresa. El sujeto, a pesar de verse descubierto por las mujeres, rápidamente dominó de nuevo la situación quitándose a Elsy de encima de un golpe con un improvisado garrote cercano que seguramente rompió el brazo de la profesora, y ésta del dolor tuvo que quitarse por acto reflejo.

-¿Por qué, Ramón, por qué?-clamó Jerly.

-¿Chicas, no recuerdan ustedes a un buen sacerdote al que cruel y despiadadamente le arrebataron la vida hace unos 6 años ya?-devolvió Ramón una pregunta para responder a otra.

-De hecho, yo no-contestó Elsy, haciendo reales esfuerzos para recordar algo que era imposible, porque personalmente, ella nunca había vivido tal situación.

-¡No era contigo!-la calló el trastornado chico, girando el revólver hacia ella.

-Sí, ¿A qué viene al caso?-preguntó Jerly, con algo de nervios.

-¡Yo soy el hijo del padre Anselmo! –respondió, agitado, Ramón.

-¿Pero cómo, si era un clérigo?-preguntó Elsy, agregando una más al ambiente que ya estaba atiborrado de signos de interrogación.

-Yo fui hijo de una de las mujeres del sacerdote…

-¿Pero cómo?-iba a interrogar Jerly, y recordó su propio caso, y se imaginó qué clase de mujer era de la que hablaba Ramón, y prefirió callar.

-Mi madre, con 13 años, aún no estaba preparada, y murió. Fui un huérfano criado por mis abuelos, que nunca me dijeron quién había sido mi padre. ¿No han escuchado que la sangre llama? Bueno, ese hombre me atrajo desde que tengo memoria. Me educó y ayudó a mis abuelos a criarme, sin yo percatarme nunca del por qué hasta que tuve un uso de razón adecuado, como a los 14 años, y cuando iba a buscar al que me dio la vida, encontré que ustedes, ¡USTEDES! Lo habían matado. Juré pagarles algún día con la misma moneda, no sin antes hacer sus últimos días de angustias y sufrimientos. A ti, Jerly, te tenía en la mira ya, pero como quería hacer las cosas bien, quise ensayar mi cobro, primero con pájaros, luego con perros, y finalmente, lo intenté con Analy. Entonces conocí el placer de matar. Fue tan extasiante verla morir, y ver cómo la vida salía de su cuerpo, que conocí una sensación que nunca había tenido anteriormente.  Bueno, parece que le agarré gusto a la cuestión, y me distraje un buen tiempo, y la vida me dio excusas buenas para ensayar con la Polla, la señora del Comedor, Luis Felipe, Mario, entre otros. Claro que capté quién era Ivana, la nueva rectora. No sé si Dios o el diablo me la pusieron, pero también me la cobraría, Érika me ayudaría con tal de vengarse de Ivana al entender que era el que le decía gorda, y por ello maté a Eduardo, el hombre que amaba. Por otro lado, creo que me equivoqué, ya no lo amaba, pero creo que eso más bien me ayudó, ¿no es así, profesora Elsy?

-Eres un sucio, me hiciste creer que Ivana era la asesina…-comentó Elsy, arrepentida de haber pensado tantas noches en vengarse de Ivana por haber amenazado a su familia, cuando la pobre ni estaba siquiera al tanto de todo.

-¡A callar! ¡Aún no he terminado!-interrumpió Ramón.

-Sí terminaste, porque no hay más nada que decir. ¿Nunca pensaste en que un inocente niño de 13 años como lo era Iván en ese entonces debió haber tenido una buena razón para matar a un señor? Pues te informo que sí la hubo: ¡Tu padre era un monstruo, y él fue el que me destrozó la vida! Aún cuando me estoy bañando, refriego duramente el jabón contra mi piel para arrancarme los besuqueos y caricias asquerosas de ese viejo baboso, que no respetó ni siquiera mi inocencia, ¡mi inocencia! Para ceder a sus más pervertidos deseos. ¿No te parece eso suficiente motivo, eh?

Por unos momentos, el psicópata se quedó en silencio. Jerly y Elsy se creyeron salvadas por unos instantes, que se desvanecieron apenas Ramón colocó en su rostro una expresión de total indiferencia, como cuando volteas hacia el patio de tu casa y ves que un gorrión dejó una pluma en tu porche.

-No me impresiona-no quedaba en duda alguna para nadie que Ramón no era un ser humano, sino un demonio igual o peor que su padre. Parece que la corrupción del alma sí se puede heredar, después de todo-ahora sí, al fin les quitaré la vida… ¿Unas últimas palabras antes de morir?

-Claro, Ivana, ¡AHORA!-gritó Jerly, viendo fijamente de manera desafiante la mirada perdida ya por la locura de Ramón. El chico de cabellos alborotados volteó como para advertirse del peligro, pero era tarde. El pie de Ivana (por cierto, con las uñas sin cortar por el mismo tiempo que el vello de las piernas, con unos juanetes en el dedo pulgar y unos callitos regados) impactó el rostro de Ramón y le hizo anonadarse por el golpe por unos momentos, que bastaron para que las chicas lo atasen con unas correas disponibles en ese ático y entonces, hubo calma. Elsy miró fijamente a Ivana y le dijo:

-Explícanos todo esto, Iván Madero-Ivana, ya descubierta por su antigua profesora, les contó:

-Bueno, está bien, pero no me vuelvan a llamar así. Como recordará, profesora Elsy, yo era su estudiante. Luego, pasó el accidente en el que murió Azócar, que en paz descanse. Bueno, no fue tan accidente, él me acompañó a rescatar a mi madre, cuando yo era Gatúbela-en este punto, la sorpresa de Elsy no se pudo esconder, pero dejó que continuara la negra-y aparte hubo otra consecuencia: una viga me quitó el bicho, y ahí me volví mujer. Terminé trabajando definitivamente en La Fontana, hasta que reuní un billete y me hice las lolas. Me conoció un viejo con real, y nos casamos. Luego de eso, murió como ya les dije-en este punto, Elsy, ya que no confiaba demasiado en Iván, preguntó:

-Iván, perdón, Ivanita, ¿Tú mataste a Marcel Garnier?

-No, fue mi madre, para que yo me quedara con todo. No fue lo mejor, lo sé, pero una madre sólo quiere lo mejor para sus hijos, aunque a veces tu mamá sea tan bruta que no se dé cuenta de que más bien te está haciendo un daño.

-¿Y por qué nunca denunciaste a tu madre?-fue la pregunta que se le ocurrió a Jerly, pero inmediatamente luego de haberla formulado deseó habérsela guardado para sus adentros, porque se desprendió de todo ello que Ivana, por mucho dolor que sintiera por la muerte de su amado esposo, no podía denunciar a la criminal siendo su madre, y además las miradas de Elsy e Ivana hacia ella lo dijeron todo.

-Yo podré ser de todo, seré vagabunda y sinvergüenza, pero una asesina no soy, ni seré jamás. Bueno, a mí mis papis me decían que yo era toda una matadora en mis días de La Fontana, pero eso ya quedó atrás- En eso, despertó Ramón, consciente ya de su derrota, dado el cuero que lo envolvía entonces. Solo preguntó:

-¿Cómo lograron una actuación tan bien sincronizada como para vencerme?

-¿Recuerdas cuando encontramos a la mamá de Jerly herida? Rápidamente percibimos que seguía con vida, pero fingimos dolor para poder acercarnos y hacer un plan. Jerly mejor que nadie conoce que su casa está llena de puntos fáciles de salida y entrada-explicó Elsy, que entonces se vio interrumpida por la negra:

-Por eso es que siempre se metían a robar en la casa-pero Elsy le tiró un codazo a Ivana, el mismo que le hubiera propinado Jerly de no ser porque al ser nombrada su herida madre, no pudo evitar bajar a socorrerla. Elsy cambió el tema e interrogó a Iván:

-Sólo me pregunto, si tú y Jerly estaban en el mismo salón, ¿Por qué no te reconoció jamás como Iván en 2 Trayectos juntos y como Ivana si logró reconocerte en tan sólo 3 meses?

-¡Pregúntale al escritor de las dos novelas!-inquirió Iván. Elsy continuó:

-Pero si estabas tan feliz en Europa y ya rica, ¿Por qué volviste a Venezuela y peor, a la UPTA?

-Volví, como toda una dama, para vengarme de todos los que se burlaron de mí cuando yo era hombre…

-¿Hombre? ¡Tú no fuiste hombre ni cuando te colgaban 2 cosas entre las piernas!-espetó Ramón, y sólo entonces aprovechó que nadie estaba en guardia, y que ahora solo eran 2 para retirarse las correas, tomar una patineta y correr escaleras abajo, mientras Elsy e Ivana le arrojaban cosas a la cabeza intentando aturdirle para evitar su huída. Elsy había llamado hace 2 horas al CICPC y aún no llegaban (como cosa rara), así que tenían que evitar a toda costa que Ramón huyera, pero era tarde. Ivana sollozó y mentó la madre, pero Elsy le dijo:

-Dios es Justo, Iván, no lo olvides.

-¡Nunca me atraparán con vida!-gritaba Ramón, mientras montaba la patineta y huía por detrás de la casa ante una impotente Jerly, demasiado preocupada con su madre adoptiva, pero ella le gritó, como movida por la piedad que todos los humanos sentimos hasta por el más miserable ser:

-¡Espera, Ramón! ¡Atrás de esta casa sólo queda un barranco!-pero ya el destino estaba echado para Ramón, y la paga que del Cielo proviene contra los inicuos es tan implacable como terrible.


No tuvo mucho tiempo de percatarse, pero en efecto, se dirigía rumbo al acantilado. El horizonte estaba dividido, no ya por la diferencia entre la tierra y el cielo, sino por una cabuya de tender ropa. La mamá de Jerly había vuelto a poner las pantaletas a secar en la mañana. No tuvo el tiempo de detener su apresurada marcha, sino que su cuello quedó enredado por la cuerda, y uno de los clavos que sujetaba la improvisada secadora a la pared no resistió el empuje de la patineta y, a manera de horca, se cerró formando un nudo en la garganta de Ramón, que ya no era de timidez, sino de nylon. En un minuto la gravedad se lo iba a llevar, de no ser por el hilo que lo sujetaba por el cuello, y a la vez que lo salvaba de triturarse contra el vacío, lo condenaba a morir ahogado. Tal como mató a su amigo Luis Felipe. Justicia Divina.

¿Qué con todos los demás sospechosos?
¿Vivirá la mamá de Jerly?
¿Por qué Ivana no se afeita las piernas?

¡Con el Epílogo, esta historia llegará a su final!

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